Escena 5

 

Se ilumina la escena. Tiene lugar en el estudio/sala de estar de la casa de Joan y Mónica. J está hablando por Skype con Kurt, un colega del MIT. Una pantalla grande, al fondo del escenario, muestra la pantalla del ordenador con la imagen de su interlocutor.

 

J  Sí, ya sé que mi primera intervención en el comité no fue muy bien recibida…

Kurt    Creo que no acertaste con el tono, Joan. Muchos podíamos estar de acuerdo con una buena parte de lo que dijiste, pero el tono era demasiado… desalentador.

J  (Con énfasis) Pero, Kurt, si en algún lugar se tiene que poder hablar claro, es allí: en el comité que reúne a algunas de las personas más informadas del mundo sobre el cambio climático. (Hace una pausa y sigue más lentamente) El tono en el que hablé formaba parte de lo que quería decir y lo que quería decir es que la situación es desalentadora, ¡y que cualquier propuesta seria ha de partir de esta realidad!

K  Sí, sí, de acuerdo, todos sabemos que afrontamos un problema muy grave, y por eso la prioridad de los últimos años es diseñar políticas para “moderar” los efectos del cambio climático. (Con énfasis) ¡Hoy en día, nadie sueña en detenerlo ni en revertir del todo sus efectos, pero somos responsables del mensaje y de las propuestas que Naciones Unidas hace llegar a los gobiernos y a la ciudadanía! ¡No podemos ni siquiera insinuar que no hay nada que hacer, o que todos los esfuerzos que se han hecho y se harán no han de servir para nada…!

J  Yo no dije eso, Kurt; veo que tú tampoco me entendiste. (Hace una pausa y sigue en un tono más bajo) Aunque tampoco dije lo contrario…

K  Dijiste con todas las letras que no ganaremos esta guerra, que ya la hemos perdido: ¿Es verdad que lo dijiste? ¿Sí o no?

J  Sí, lo dije…

K  Y dijiste que tendríamos que evitar del todo expresiones como “salvar el planeta”…

J  (Con mucho énfasis) ¡Claro que lo dije! ¡Somos científicos, no boy scouts! ¡Que mentira es esa de salvar el planeta! ¡Se trata, en todo caso, de saber si podremos sobrevivir –y quizás solo una fracción de la humanidad– en las condiciones de vida que pronto tendrá el planeta…! Las que nosotros hemos producido, por cierto…

K  ¿Eso es realmente lo que piensas, Joan? (Hace una pausa) No es el horizonte de acontecimientos con el que trabaja el comité desde que se constituyó, y tú sabes muy bien que no somos precisamente optimistas: hemos estado avisando de los grandes riesgos que comporta el calentamiento global y haciendo previsiones a veces catastróficas…

J  Lo sé, Kurt, lo sé…

K  Y no hemos dejado de explicar que las peores previsiones iban cumpliéndose, incluso a un ritmo más rápido del que habíamos previsto… ¡Y no hemos dudado a la hora de exigir cambios en la acción de los gobiernos y en los comportamientos individuales…!

J  (Abatido) Tú y yo sabemos qué poco resultado ha dado todo eso, Kurt… Las grandes potencias hacen declaraciones solemnes que después solo cumplen en parte, o se adhieren a tratados a los que después no aportan los fondos necesarios… (Hace una pausa breve) Y en lo que respecta a los comportamientos individuales… Una parte muy pequeña del primer mundo está empezando a cambiar ciertos hábitos, pero ni los países ricos renunciarán a viajar en avión, ni los países pobres dejarán de quemar carbón… No tenemos futuro, Kurt… ¿No te das cuenta de que clamamos en medio del desierto? Incluso nosotros, los expertos…, ¿hemos cambiado de hábitos? ¿Creemos de verdad que lo que pueda hacer cada uno de nosotros detendrá el alud que se nos viene encima?

K  No lo sé, Joan, pero entonces no entiendo por qué pediste colaborar con el comité… ¿Por qué no te sientas en la puerta de tu casa a esperar el apocalipsis?

J  (Esbozando una sonrisa leve y amarga) Vaya, parece que hayas hablado con mi psicoanalista…

K  ¿Qué? ¿Qué dices…?

J  Nada, cosas mías… (Hace una pausa y sigue) Lo pedí porque creo que tengo que estar en el comité: por mí y por vosotros…

K  ¿Por nosotros? ¿Qué quieres decir?

J  Quiero decir que necesito que me escuchen las únicas personas que pueden entender y asumir lo que yo sé. Ya no soporto estar solo con estas certezas: necesito compartirlas. Si me hicierais ver que me equivoco o que estoy loco, ¡qué peso me quitaríais de encima…! Pero yo sé que tengo razón, y es necesario que lo entendáis…, aunque os cause angustia, aunque reduzca las esperanzas que teníais…

K  (Con énfasis) ¡Pero, Joan, lo que planteaste no dejaba lugar a ninguna esperanza! ¿Cómo puedes pretender que te sigamos con planteamientos como el que hiciste?

J  (Hace una pausa y le mira, serio) Estoy seguro de que además de escucharme has leído de arriba abajo el informe que envié sobre el riesgo de encadenamiento de acontecimientos extremos: liberación de grandes cantidades de metano al fundirse los hielos permanentes, alteración de las grandes corrientes marítimas y atmosféricas…

K  (Cortándolo) Sí, lo leí de arriba abajo.

J  ¿Y qué opinión te merece?

K  (Hace una pausa y empieza a hablar en un tono serio y ausente) Ya sabes lo que pienso, Joan; nos conocemos muy bien. Desde un punto de vista científico, el informe es impecable, excelente. Pones de manifiesto interacciones de una gran complejidad que nadie había podido prever… (Hace una pausa) Y que son diabólicamente verosímiles… (Hace una pausa más larga) Pero temo que tu lucidez pueda tener un efecto negativo, que acabe siendo contraproducente… No tenemos ninguna herramienta mejor que el comité, Joan. En el mundo hay científicos, políticos y activistas concienciados y muy activos, pero son una pequeña minoría… Solo nosotros tenemos alguna posibilidad de hacernos escuchar, y temo que si tu mensaje cala en la mente de muchos miembros del comité el efecto sea muy desmovilizador…

J  Pues yo creo que, nos guste o no, hemos de saber cuál es el terreno en el que nos movemos… Dije que no ganaríamos esta guerra, es verdad; incluso que ya la hemos perdido, pero eso no significa que no haya nada qué hacer. Debe ser muy cómodo y muy fácil gestionar una victoria, pero los generales de un ejército que está perdiendo una guerra no pueden quedarse de brazos cruzados, esperando el final: hará falta gestionar la derrota, ocuparse de los heridos y los enfermos, proteger a los más débiles, administrar lo que se haya podido salvar, enseñar a vivir de otra manera… Esto es lo que probablemente nos tocará hacer, y cuanto antes nos preparemos para hacerlo, mejor…

K  (Moviendo la cabeza nerviosamente) Joan, Joan, Joan, ¿qué estás diciendo…? Al final será verdad que esperas el apocalipsis… ¡Las pesadillas de la tradición cristiana! Tu informe plantea escenarios plausibles que conviene estudiar y tener en cuenta muy seriamente, pero no puedes estar seguro –¡nadie puede estarlo!– de que esto sea lo que va a suceder…

J  Si solo fuera el cambio climático… Hace unos años, los problemas medioambientales más graves eran la contaminación, los residuos químicos que pasan a la cadena alimentaria, la deforestación, la lluvia ácida, la extinción de especies, los microplásticos que inundan los océanos… Ahora todos estos problemas han pasado a un segundo plano, pero todavía están ahí, y agravados. No son los siete jinetes del apocalipsis, pero se les parecen mucho…

K  No sé si hablas en serio… Que yo sepa, siempre has sido ateo…

J  Y lo soy, pero si algo aportan las religiones son metáforas poderosas, y a veces de una gran belleza… Seguro que conoces aquellos versículos: “Hay un tiempo para vivir, hay un tiempo para morir, de nada sirven nuestros afanes” …

K  Sí, del Eclesiastés… Lo leí hace muchos años, en la escuela.

J  (Con énfasis) Kurt, yo no sueño con el fin del mundo (Se detiene unos instantes y dice, como hablando para sí mismo) –bueno, creo que no lo hago…–, pero hemos de estar dispuestos a pensar que pueden llegar a pasar cosas impensables… ¡Que nada garantiza que el mundo y la civilización seguirán siendo tal y como los hemos conocido, y que puede ser que estemos a las puertas de acontecimientos de una gravedad extrema, y que nuestras inercias y nuestros miedos nos impiden verlos venir…!

K  (En un tono apesadumbrado) Joan, seguiremos esta conversación en otro momento. Tengo que ir al aeropuerto… Pensaré en lo que hemos hablado… He de contestar correos de miembros del comité, y algunos son sobre tu intervención en la reunión del martes. (Hace una pausa y sigue en un tono afectuoso) Te quiero, buen amigo… Siempre he pensado que eres tan inteligente como buena persona… (Cambiando a un tono burlón) ¡Pero en cualquier momento puedo cambiar de opinión, eh!

J  (También en un tono afectuoso) Yo también te quiero, Kurt… Hablamos pronto.

K  Hasta prono, Joan: ¡Auf Wiedersehen!

J  ¡Auf Wiedersehen, Kurt!

 

J cierra la conexión y apaga el monitor del ordenador. Después de unos instantes en suspenso, se acerca a la mesa de trabajo y empieza a consultar un documento, pasando páginas lentamente. La luz a su alrededor va disminuyendo, hasta que la escena queda a oscuras, excepto el espacio de la mesa en la que él trabaja.

 
 

Al cabo de unos instantes, un cañón de luz ilumina un rincón del escenario y se hace visible la figura de un niño que se dirige a él.

 

Niño  (Reclamando su atención) ¡Papá…! ¡Papá…!

J  (Le mira sorprendido) ¿Qué dices? ¿Quién eres? Yo no soy tu padre… No tengo ningún hijo…

N  Sí que eres mi padre: no sé cómo ni por qué, pero sé que eres mi padre.

J  (Se levanta de la silla y va hacia él, deteniéndose a cierta distancia. Habla, perplejo y con una cierta incomodidad) Pero eso es imposible, ¿no lo ves?

N  ¿Imposible…? No… Por lo que dices a veces, el universo es más complejo de lo que pensamos: quizás hay mundos paralelos a este, y en uno de ellos tienes un hijo y yo te tengo a ti como padre…

J  ¡Qué sabrás tú de estas cosas! Todo eso son especulaciones, teorías de físicos que intentamos dar sentido a datos desconcertantes…

N  También podría ser que fueras mi padre en otro sentido…

J  (Sorprendido) ¿En otro sentido? ¿Qué quieres decir?

N  Hace tiempo dijiste que no querías tener hijos porque no querías traer a nadie a este mundo sin futuro y…

J  ¿Y…?

N   Y que sentías que todo lo que les pasaba a los niños de este mundo te afectaba y te concernía…

J  Sí, es verdad… (Hablando más despacio, y como si se lo dijera a sí mismo, mientras camina lentamente y queda de espaldas al niño) Y que esa paternidad imaginaria, inmensa, me abrumaba…

N  ¿Qué hacías a estas horas? Es muy tarde…

J  (Girándose y contestándole en un tono abatido) Sí, es cierto, es muy tarde, demasiado tarde…

N  Pareces triste… (Hace una pausa y sigue) No me has dicho qué hacías…

J  (Mirándole y hablando sin ningún entusiasmo) Escribo un artículo, y preparo una conferencia que he de dar la semana próxima… (Hace una pausa, inclina la cabeza y sigue hablando en el mismo tono) Y sí, supongo que estoy triste, que hace tiempo que lo estoy. De hecho, ya no recuerdo cómo es estar de otra manera…

N  Me sabe mal… Es por todo esto que dices que pasará, ¿verdad? (Hace una pausa e insiste) ¿Es por eso que estás triste?

J  Sí, claro… Porque me parece injusto que niños como tú no tengan un futuro como el que han tenido otras generaciones…

N  Y tú querrías que lo tuviéramos, ¿verdad?

J  (Mirándole y en un tono más cercano) Este mundo puede ser un buen lugar para vivir en él, ¿sabes? Incluso allí donde hace mucho frío o demasiado calor, o allí donde el suelo tiembla a menudo, o llueve demasiado o demasiado poco… En todas partes, desde hace milenios, la gente ha encontrado maneras de amar aquel lugar y de hacer allí su vida…

N  Y si les gusta su mundo y han podido hacer todo eso, ¿no podrán solucionar este problema que dices que hay?

J  (Poniéndose tenso) No, no podrán, porque no es un problema, es…, es…, ¡es una catástrofe, algo inimaginable…! (Hace una pausa y sigue, abatido) Y porque los seres humanos han gozado de esta tierra, pero no saben cuidarla…

N  (Ingenuo y en un tono implorante) ¡Pero quizás aprenderán a hacerlo…! Seguro que hay mucha gente sabia… Tú eres un hombre muy sabio…

J  (Casi gritando) ¡No aprenderán! ¡Los hombres no aprenden, no pueden! ¡Tienen delante la verdad y no la ven! (Hace una pausa y sigue en un tono más bajo) Y ya estamos en la cuenta atrás…

N  (Con un tono más implorante) ¡Pero quizá cambiarán! ¡Si entienden que tienen que hacerlo, cambiarán…!

J  (Le mira a los ojos unos instantes y le habla en un tono más sereno) ¿Sabes qué dice la gente del campo, acostumbrada a tratar con animales? Dicen que cada bestia tiene su hacer. Y es verdad: lobos, águilas, osos, jabalíes… Cada bestia tiene su hacer, y lo sigue tranquilamente, sin poner en peligro al resto del mundo… El hombre es una bestia extraña: no tiene un camino marcado y acaba destrozando todos los caminos… (Hace una pausa e inclina la cabeza. Vuelve a mirarle y continúa en el mismo tono) Y los hombres que vendrán no serán mejores, ¿sabes?

N  (Inclinando la cabeza y muy entristecido) ¿Quieres decir que yo, si llego a este mundo, también seré así? ¿Y que quizá por eso no merezco vivir?

J  (Cambiando de tono, desconcertado) ¡No, no quiero decir eso…! ¡Claro que mereces vivir…! (Da la vuelta l y da unos pasos, errático).

N  (En el mismo tono triste) Papá…

J se detiene y se gira hacia el niño. Inicia el gesto de responder, pero el niño se adelanta a hablar.

N  (Riendo un poco) ¡Te has girado al llamarte! Ves como sí que eres mi padre…

J  (Sonríe levemente) ¿Y por qué no…? En medio de esta noche atormentada, carcomido por la tristeza, sin saber si sueño, si deliro… oírte reír me reaviva… Pero si fueras mi hijo, no sabría qué cuentos contarte por la noche…

N  ¿Qué quieres decir? ¿Por qué no lo sabrías?

J  Porque querría contarte cuentos que siempre acabaran bien… Cuentos en los que quizás habría lobos y brujas y ogros, pero que al final acabarían bien, como todos los cuentos para niños… (Oscureciéndose, pero con contención) Y si solo te contara esos cuentos sentiría que te engañaba, que no te preparaba para el mundo en el que tendrías que vivir después…

N  Pero yo querría que me contaras esos cuentos, que deben dar mucho miedo, y cuando fuera mayor y las pudiera entender podrías contarme esas otras cosas que dices.

J se queda en silencio e inclina la cabeza, pensativo.

N  (Entristecido) ¿En qué piensas, papá? ¿En eso en lo que siempre piensas? ¿En que no hay futuro…?

J  El futuro es…, un sueño del ser humano, una invención… Puede ser muy útil: pensar que siempre habrá un mañana en el que las cosas serán mejores, más fáciles… Pero es un sueño… ¿Sabes cuál es el verdadero futuro? Dentro de dos mil millones de años el Sol se colapsará y la órbita de la Tierra decaerá hasta estrellarse en él. ¿Dónde estará entonces nuestro futuro? ¿Dónde estarán todos los futuros que hemos imaginado, temido o deseado? ¿Dónde estarán todas nuestras preocupaciones y todas nuestras alegrías?

N  (Muy serio) Este cuento da mucho miedo, papá, aunque no salgan brujas, ni ogros, ni lobos…

J  (Muy serio) Es que no es cuento, son previsiones científicas…

N  (Cortándolo y levantando la voz) ¡Sí que lo es…! ¡Es un cuento de miedo, un cuento espantoso! ¿No tienes bastante con pensar en todas esas cosas terribles que dices que pasarán?

J  (Contrariado y tenso) ¡Es que pasarán, tanto si lo digo como si no! ¡Qué más da que lo piense o no…! ¡No me hagas responsable…!

N  (Abatido) Si no tendremos futuro, si no puedes pensar en otra cosa…, no sé si quiero que seas mi padre… No sé si quiero ser un niño en este mundo tuyo…

J  (Abrumado, sin encontrar las palabras, se gira y vuelve a dar unos pasos, errático) Yo…, yo querría…, quién sabe…, quizás todavía estemos a tiempo…, no lo sé… (Girándose hacia el niño) Puede que tengamos un futuro, aún… (Acaba de girarse hacia él, pero la luz se ha apagado y la imagen del niño ha desaparecido. Queda totalmente en suspenso, inmóvil. Da algunos pasos más, en silencio, hasta que vuelve a detenerse, cerca de donde estaba la imagen del niño. Habla lentamente, abatido, pero muy sereno) Qué extraño, todo… No sé si estoy despierto o sueño…, pero esta soledad helada, sin piedad (Acompañando las palabras con gestos) ninguna pesadilla es tan cruel… (Hace una pausa, de nuevo inmóvil y con la mirada fija en algún punto, como reflexionando. Finalmente, habla, en un tono más sereno) Hay un tiempo para vivir, hay un tiempo para morir, de nada sirven nuestros afanes… (Camina hasta la mesa, se sienta y, después de una breve pausa, se sumerge en el trabajo).

Al cabo de unos instantes, la escena queda a oscuras.

Fin del primer acto.

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